#AhoraMisiones
Nació al sur de España. Y dejó sus estudios de ingeniería para ir a Finlandia a estudiar teatro. Un tumor no truncó sus sueños; por el contrario, fomentó sus ganas de vivir. La fama lo alcanzó a los 40 años, pero la felicidad lo hizo mucho antes, con su mujer y sus dos hijos. Aquí, el retrato de un hombre que poco tiene de personaje
Cuenta que lo recuerda como si fuera hoy. El médico de pie, con su impoluto delantal blanco y el estetoscopio descansado alrededor de su cuello. La certeza del diagnóstico: tumor cancerígeno en el mulso izquierdo. Y una estimación: el tiempo que le restaba de vida. En ese momento Álvaro Monte creyó que apenas sumaría unos tres meses a los 30 y pico de años que tenía por entonces. Y que después, ya no habría nada.
Las palabras del médico fueron un golpe helado. Pero duraron eso, lo que tarda en esfumarse la conmoción de un impacto. De inmediato lo envolvió la calma. Y Álvaro supo -o así lo quiso comprender- que lo pasajero no sería su vida, sino el cáncer. Y que no haría cuestionamiento alguno, evitándole preguntarle a Dios, al Universo, al destino, a quién fuera… por qué él. Pero que no lo aceptaría. De ninguna manera. Y que iría contra la lógica del diagnóstico: viviría. Y algo más: saldría de todo aquello caminando.
El tratamiento clínico -aquel que lo dejaba tan cansado– y la fe -en sí mismo- le permitieron superar un "proceso duro", como lo define con simpleza, del que emergió siendo otro: a lo largo de esa batalla cruel, despiadada, sin tregua, Monte perdió para siempre el miedo. Y ganó una idea clara de cómo quería seguir de allí en más: quien crea que "sonreír cada mañana" es un cliché, quizás no sea más que un afortunado que no se topó con una situación semejante. Porque en ese proceso aprendió. Y aprendió mucho. Por caso, a no resignar jamás el buen humor.
Lo sucedido hace una década invita a trazar alguna clase de paralelismo con El Profesor, el papel protagónico en La Casa de Papel que terminó lanzando a Álvaro Monte al estrellato. Pues bien, lo hay. Las semejanzas existen. Sergio Marquina -tal el nombre del personaje de la serie- también debió lidiar con una salud endeble que lo postró en la cama de un hospital durante su adolescencia. Que su padre ladrón de bancos le contará en su reposo forzado distintas historias de robos, inspirándolo a planificar el atraco a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, de Madrid, ya es parte de otra historia. Ficcional, claro. Temporadas 1 y 2.
fuente: Infobae
Nació al sur de España. Y dejó sus estudios de ingeniería para ir a Finlandia a estudiar teatro. Un tumor no truncó sus sueños; por el contrario, fomentó sus ganas de vivir. La fama lo alcanzó a los 40 años, pero la felicidad lo hizo mucho antes, con su mujer y sus dos hijos. Aquí, el retrato de un hombre que poco tiene de personaje
Cuenta que lo recuerda como si fuera hoy. El médico de pie, con su impoluto delantal blanco y el estetoscopio descansado alrededor de su cuello. La certeza del diagnóstico: tumor cancerígeno en el mulso izquierdo. Y una estimación: el tiempo que le restaba de vida. En ese momento Álvaro Monte creyó que apenas sumaría unos tres meses a los 30 y pico de años que tenía por entonces. Y que después, ya no habría nada.
Las palabras del médico fueron un golpe helado. Pero duraron eso, lo que tarda en esfumarse la conmoción de un impacto. De inmediato lo envolvió la calma. Y Álvaro supo -o así lo quiso comprender- que lo pasajero no sería su vida, sino el cáncer. Y que no haría cuestionamiento alguno, evitándole preguntarle a Dios, al Universo, al destino, a quién fuera… por qué él. Pero que no lo aceptaría. De ninguna manera. Y que iría contra la lógica del diagnóstico: viviría. Y algo más: saldría de todo aquello caminando.
El tratamiento clínico -aquel que lo dejaba tan cansado– y la fe -en sí mismo- le permitieron superar un "proceso duro", como lo define con simpleza, del que emergió siendo otro: a lo largo de esa batalla cruel, despiadada, sin tregua, Monte perdió para siempre el miedo. Y ganó una idea clara de cómo quería seguir de allí en más: quien crea que "sonreír cada mañana" es un cliché, quizás no sea más que un afortunado que no se topó con una situación semejante. Porque en ese proceso aprendió. Y aprendió mucho. Por caso, a no resignar jamás el buen humor.
Lo sucedido hace una década invita a trazar alguna clase de paralelismo con El Profesor, el papel protagónico en La Casa de Papel que terminó lanzando a Álvaro Monte al estrellato. Pues bien, lo hay. Las semejanzas existen. Sergio Marquina -tal el nombre del personaje de la serie- también debió lidiar con una salud endeble que lo postró en la cama de un hospital durante su adolescencia. Que su padre ladrón de bancos le contará en su reposo forzado distintas historias de robos, inspirándolo a planificar el atraco a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, de Madrid, ya es parte de otra historia. Ficcional, claro. Temporadas 1 y 2.
fuente: Infobae
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