#AhoraNoticias Dos docentes de Jardín América, Graciela y su esposo César, son quienes desde hace algunos años deambulan por oficinas para realizar trámites, gestiones y cadenas de donaciones a favor de una niña que actualmente tiene catorce años y ya es madre.
La joven llegó a ellos como una alumna de grado pero con una historia familiar muy difícil de sobrellevar.
“En cuarto grado fue alumna de mi esposo y en quinto grado fue alumna mía. Pero todavía no terminó la escuela primaria”, comienza a relatar la docente.
“Hace algunos años hubo un caso que impactó mucho en la ciudad, todo el mundo lo recuerda, ella se quedó sin padres cuando su papá degolló a su mamá, de ahí fue a vivir con su hermana, después a un hogar de niños judicializados, luego nuevamente la mandaron a vivir con su hermana pero de ahí también se tuvo que ir y quedó en la calle”, relatan los educadores sobre la menor, identificada como A.
Para entonces, A tenía trece años y deambulaba por toda la ciudad de Jardín América. Se quedó sin hogar y terminó viviendo con un hombre. “Esa convivencia no era por amor sino porque era la única alternativa que tenía en ese momento, quedó embarazada, tuvo a su bebé a los trece años y siguió conviviendo con una persona porque no tenía un lugar donde estar”, sostiene Graciela.
La educadora continúa el relato recordando que el 10 de agosto pasado, en una noche de muchísimo frío, la joven A se apareció en la casa de sus maestros a pedir refugio. “Su pareja la había echado varias veces de la casa y necesitaba un lugar donde quedarse, los hermanos no podían tenerla y buscó a las únicas personas que conocía relativamente bien, sus maestros, aquellos que durante el embarazo la habíamos ayudado con pequeños aportes”.
“Sabíamos que no tenía adonde ir, lo conversamos con mi esposo y la dejamos quedarse mientras le buscábamos un lugar para vivir”, cuentan.
Desde entonces comenzaron una fuerte campaña para hacerle una pequeña casa en un terreno fiscal que había sido el lugar donde vivían sus padres. Allí también están sus hermanos. “La mamá falleció y el papá está en la cárcel”, el terreno quedó ahí y actualmente están conviviendo tres hermanos de ella en la misma zona.
Cadena solidaria
La Promoción 86 de la Escuela de Comercio 2, la Asociación Kolping y una infinidad de voluntades se unieron tras este objetivo, una casa para la joven A y su beba. Juntos reunieron materiales de construcción, tirantes, maderas, luces, sanitarios y aberturas. La mayoría son cosas usadas pero todas fueron donadas, con la casa hecha llegaron los muebles, ropa, pañales y leche.
Ahora ambas tienen un hogar de madera con baño instalado, única casa con esas comodidades en esa parte del barrio Lomas de Jardín, poblado por personas de escasos recursos.
“El caso está judicializado, ella no cobra asignación universal porque no tiene tutores, hicimos todos los trámites en Anses y soy su representante legal, pero al no ser pariente de consanguinidad de hasta tercer grado no puedo ser su tutora”, comenta la maestra que se involucró en el caso para ayudar a la joven madre.
“Fuimos a Derechos Humanos pero hasta ahora no tenemos novedades, permanentemente viajamos a Posadas para hacer estas gestiones porque ninguna de las dos, ni ella ni su beba, son beneficiarias de nada por estas razones”, explican así a El Territorio dando detalles de cada una de sus peripecias en los pasillos de diferentes oficinas públicas de la ciudad capital.
“Al ser ella menor tampoco puede cobrar por su beba”, dice, ya que vive de la caridad de la gente que se turna para hacerle llegar la ayuda. Los trámites también se hicieron en la Municipalidad de Jardín América, allí a través de la Secretaría de Acción Social se pudo incluir a la joven A al Programa de Fortalecimiento Familiar, lo que le garantiza el acceso a una ayuda alimentaria cada quince días.
Las pocas cosas que les cuenta a sus maestros sobre su corta y compleja vida están relacionadas al tiempo que tuvo que vivir en el hogar de niños judicializados. “Cuenta poco pero son cosas terribles y siempre sobre el hogar, del resto no habla”.
Ella está en un difícil proceso de adaptación a su casa nueva, a su hija, a las responsabilidades de ser mamá sin planificarlo. “Cuando recién llegó a casa no quería irse, tenía miedo de no tener para comer, pero cuando le dijimos que esa sería de ahora en más su casa, hizo todo para mudarse. Ella valora mucho el espacio que tiene, lo cuida especialmente de aquellos que quieren aprovecharse de la situación, entiende que ese es su lugar, un lugar propio como nunca en su vida tuvo”, coinciden Graciela y su esposo.
Desde el municipio hacen los controles de rigor sobre el respeto de los Derechos de las Niños, salud, calendario de vacunación y se está tramitando una asistencia permanente para ambas. Empleados municipales donaron su tiempo y colaboraron con la colocación del techo y el acondicionamiento del lugar donde está ahora la casa.
Incluso, según relataron, se acercaron personas de otras localidades para hacer preguntas que fueron calificadas como “raras”, sobre la niña, sobre su beba y si les gustaría irse a vivir a otro lugar. Pero ninguno de ellos volvió jamás, sobre todo cuando pudieron ver que había mucha gente conteniéndolas.
También hace un tiempo atrás aparecieron “nuevos amigos” y familiares que se aprovecharon y se quedaron con la mercadería que se les llevaba.
Ambas menores, A y su hija, esperan ahora que los adultos que deberían facilitarle las cosas asuman sus responsabilidades tal y como debió hacerlo ella.
La joven llegó a ellos como una alumna de grado pero con una historia familiar muy difícil de sobrellevar.
“En cuarto grado fue alumna de mi esposo y en quinto grado fue alumna mía. Pero todavía no terminó la escuela primaria”, comienza a relatar la docente.
“Hace algunos años hubo un caso que impactó mucho en la ciudad, todo el mundo lo recuerda, ella se quedó sin padres cuando su papá degolló a su mamá, de ahí fue a vivir con su hermana, después a un hogar de niños judicializados, luego nuevamente la mandaron a vivir con su hermana pero de ahí también se tuvo que ir y quedó en la calle”, relatan los educadores sobre la menor, identificada como A.
Para entonces, A tenía trece años y deambulaba por toda la ciudad de Jardín América. Se quedó sin hogar y terminó viviendo con un hombre. “Esa convivencia no era por amor sino porque era la única alternativa que tenía en ese momento, quedó embarazada, tuvo a su bebé a los trece años y siguió conviviendo con una persona porque no tenía un lugar donde estar”, sostiene Graciela.
La educadora continúa el relato recordando que el 10 de agosto pasado, en una noche de muchísimo frío, la joven A se apareció en la casa de sus maestros a pedir refugio. “Su pareja la había echado varias veces de la casa y necesitaba un lugar donde quedarse, los hermanos no podían tenerla y buscó a las únicas personas que conocía relativamente bien, sus maestros, aquellos que durante el embarazo la habíamos ayudado con pequeños aportes”.
“Sabíamos que no tenía adonde ir, lo conversamos con mi esposo y la dejamos quedarse mientras le buscábamos un lugar para vivir”, cuentan.
Desde entonces comenzaron una fuerte campaña para hacerle una pequeña casa en un terreno fiscal que había sido el lugar donde vivían sus padres. Allí también están sus hermanos. “La mamá falleció y el papá está en la cárcel”, el terreno quedó ahí y actualmente están conviviendo tres hermanos de ella en la misma zona.
Cadena solidaria
La Promoción 86 de la Escuela de Comercio 2, la Asociación Kolping y una infinidad de voluntades se unieron tras este objetivo, una casa para la joven A y su beba. Juntos reunieron materiales de construcción, tirantes, maderas, luces, sanitarios y aberturas. La mayoría son cosas usadas pero todas fueron donadas, con la casa hecha llegaron los muebles, ropa, pañales y leche.
Ahora ambas tienen un hogar de madera con baño instalado, única casa con esas comodidades en esa parte del barrio Lomas de Jardín, poblado por personas de escasos recursos.
“El caso está judicializado, ella no cobra asignación universal porque no tiene tutores, hicimos todos los trámites en Anses y soy su representante legal, pero al no ser pariente de consanguinidad de hasta tercer grado no puedo ser su tutora”, comenta la maestra que se involucró en el caso para ayudar a la joven madre.
“Fuimos a Derechos Humanos pero hasta ahora no tenemos novedades, permanentemente viajamos a Posadas para hacer estas gestiones porque ninguna de las dos, ni ella ni su beba, son beneficiarias de nada por estas razones”, explican así a El Territorio dando detalles de cada una de sus peripecias en los pasillos de diferentes oficinas públicas de la ciudad capital.
“Al ser ella menor tampoco puede cobrar por su beba”, dice, ya que vive de la caridad de la gente que se turna para hacerle llegar la ayuda. Los trámites también se hicieron en la Municipalidad de Jardín América, allí a través de la Secretaría de Acción Social se pudo incluir a la joven A al Programa de Fortalecimiento Familiar, lo que le garantiza el acceso a una ayuda alimentaria cada quince días.
Las pocas cosas que les cuenta a sus maestros sobre su corta y compleja vida están relacionadas al tiempo que tuvo que vivir en el hogar de niños judicializados. “Cuenta poco pero son cosas terribles y siempre sobre el hogar, del resto no habla”.
Ella está en un difícil proceso de adaptación a su casa nueva, a su hija, a las responsabilidades de ser mamá sin planificarlo. “Cuando recién llegó a casa no quería irse, tenía miedo de no tener para comer, pero cuando le dijimos que esa sería de ahora en más su casa, hizo todo para mudarse. Ella valora mucho el espacio que tiene, lo cuida especialmente de aquellos que quieren aprovecharse de la situación, entiende que ese es su lugar, un lugar propio como nunca en su vida tuvo”, coinciden Graciela y su esposo.
Desde el municipio hacen los controles de rigor sobre el respeto de los Derechos de las Niños, salud, calendario de vacunación y se está tramitando una asistencia permanente para ambas. Empleados municipales donaron su tiempo y colaboraron con la colocación del techo y el acondicionamiento del lugar donde está ahora la casa.
Incluso, según relataron, se acercaron personas de otras localidades para hacer preguntas que fueron calificadas como “raras”, sobre la niña, sobre su beba y si les gustaría irse a vivir a otro lugar. Pero ninguno de ellos volvió jamás, sobre todo cuando pudieron ver que había mucha gente conteniéndolas.
También hace un tiempo atrás aparecieron “nuevos amigos” y familiares que se aprovecharon y se quedaron con la mercadería que se les llevaba.
Ambas menores, A y su hija, esperan ahora que los adultos que deberían facilitarle las cosas asuman sus responsabilidades tal y como debió hacerlo ella.