En San Juan sumó su quinto triunfo seguido fuera de casa. Ayer ganó por escaso margen cuando debió haber goleado.
Resulta una estadística curiosa la de este Boca puntero del torneo en soledad. Y entra en vigencia porque la victoria en San Juan llegó justo después de un golpe duro en la Bombonera. Es que el equipo que diseñó Guillermo Barros Schelotto se llevó de Cuyo su quinta victoria en fila lejos de Brandsen 805 y se transformó en el conjunto con mejor porcentaje de puntos jugando fuera de casa.
Es cierto: ayer en el estadio del Bicentenario Boca pareció local, por esas quince mil almas que casi duplicaron al público de San Martín. Pero justo uno de los puntos débiles que se le marcó al Mellizo allá por noviembre de 2016 (llegó a acumular diez encuentros sin triunfos como visitante) ahora parece ser su mejor virtud: cosechó los últimos 15 puntos en disputa en escenarios como La Plata, el Nuevo Gasómetro, el Monumental y la cancha de Banfield.
¿Se trata de una casualidad? No parece. Porque Boca, sobre todo después de la salida de Carlos Tevez, rediseñó su fisonomía de equipo y pasó de ser un conjunto parado en el campo rival y con el dominio de la situación a uno que lastima y se repliega a la espera de meter más de una estocada. Incluso, como ayer en San Juan, cediéndole demasiado tiempo la pelota al rival. Sí hay algo que se distingue del Boca del Mellizo, más allá del escenario en el que juegue, es su facilidad para llegar al gol. Con los tantos de ayer, suma cuarenta goles a favor en 17 partidos. Algo así como poco más de dos goles convertidos cada 90 minutos. Tremendo.
Entonces, hay un rasgo que se repite más allá de los intérpretes y de los cambios en la efectividad. Porque ayer por la tarde Boca “padeció” los últimos minutos tras el gol de descuento de Dening sólo porque antes no había sido efectivo ante Ardente. Es cierto: hasta que Pavón abrió el juego con un golazo al ángulo, los de Barros Schelotto sólo habían insinuado desde Centurión pero no habían hecho demasiado para ir ganando. Luego sí. El 2 a 0, sin embargo, lo sacó de foco en el campo rival. Gago retrocedió veinte pasos, Pablo Pérez fundió el motor y a Bentancur la cancha le quedó tan incómoda como le puede quedar a quien ve una estancia delante suyo y un campo enorme detrás. Si fue una estrategia, funcionó a medias. Porque a Boca le cabecearon en cada envío que llegó desde jugadas que San Martín sólo construyó por estar más cerca de Rossi y no por tener un juego asociado (sólo Gelabert aportó claridad a la mitad de la cancha del conjunto de Gorosito). Incluso así,
agazapado, Boca tuvo en Centurión, Pavón, Benedetto, Bou, Zuqui y Sebastián Pérez media docena de chances de gol claras. Falló todas. Es, acaso, un aviso: no siempre se puede ser efectivo y por ello se tiene que consolidar una última línea que otra vez ofreció ventajas a un rival que apenas atacó con Dening y que salió a jugar con cinco defensores estaqueados en el campo propio.
Resulta una estadística curiosa la de este Boca puntero del torneo en soledad. Y entra en vigencia porque la victoria en San Juan llegó justo después de un golpe duro en la Bombonera. Es que el equipo que diseñó Guillermo Barros Schelotto se llevó de Cuyo su quinta victoria en fila lejos de Brandsen 805 y se transformó en el conjunto con mejor porcentaje de puntos jugando fuera de casa.
Es cierto: ayer en el estadio del Bicentenario Boca pareció local, por esas quince mil almas que casi duplicaron al público de San Martín. Pero justo uno de los puntos débiles que se le marcó al Mellizo allá por noviembre de 2016 (llegó a acumular diez encuentros sin triunfos como visitante) ahora parece ser su mejor virtud: cosechó los últimos 15 puntos en disputa en escenarios como La Plata, el Nuevo Gasómetro, el Monumental y la cancha de Banfield.
¿Se trata de una casualidad? No parece. Porque Boca, sobre todo después de la salida de Carlos Tevez, rediseñó su fisonomía de equipo y pasó de ser un conjunto parado en el campo rival y con el dominio de la situación a uno que lastima y se repliega a la espera de meter más de una estocada. Incluso, como ayer en San Juan, cediéndole demasiado tiempo la pelota al rival. Sí hay algo que se distingue del Boca del Mellizo, más allá del escenario en el que juegue, es su facilidad para llegar al gol. Con los tantos de ayer, suma cuarenta goles a favor en 17 partidos. Algo así como poco más de dos goles convertidos cada 90 minutos. Tremendo.
Entonces, hay un rasgo que se repite más allá de los intérpretes y de los cambios en la efectividad. Porque ayer por la tarde Boca “padeció” los últimos minutos tras el gol de descuento de Dening sólo porque antes no había sido efectivo ante Ardente. Es cierto: hasta que Pavón abrió el juego con un golazo al ángulo, los de Barros Schelotto sólo habían insinuado desde Centurión pero no habían hecho demasiado para ir ganando. Luego sí. El 2 a 0, sin embargo, lo sacó de foco en el campo rival. Gago retrocedió veinte pasos, Pablo Pérez fundió el motor y a Bentancur la cancha le quedó tan incómoda como le puede quedar a quien ve una estancia delante suyo y un campo enorme detrás. Si fue una estrategia, funcionó a medias. Porque a Boca le cabecearon en cada envío que llegó desde jugadas que San Martín sólo construyó por estar más cerca de Rossi y no por tener un juego asociado (sólo Gelabert aportó claridad a la mitad de la cancha del conjunto de Gorosito). Incluso así,
agazapado, Boca tuvo en Centurión, Pavón, Benedetto, Bou, Zuqui y Sebastián Pérez media docena de chances de gol claras. Falló todas. Es, acaso, un aviso: no siempre se puede ser efectivo y por ello se tiene que consolidar una última línea que otra vez ofreció ventajas a un rival que apenas atacó con Dening y que salió a jugar con cinco defensores estaqueados en el campo propio.
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