Increíble: la historia de los chicos misioneros que cruzan a nado un arroyo para poder estudiar

Hace 10 años que una comunidad guaraní espera un puente y tiene que rebuscársela para llegar al colegio. Los nenes muchas veces pierden su ropa y hasta sus pocos útiles. Las imágenes son elocuentes



"Arroyo Chafariz: curso de agua de la provincia de Misiones que desagua en el río Uruguay. Nace de la confluencia de los arroyos Chafariz Grande y Chafariz Chico, sierra de Misiones, cerca de San Vicente, departamento Guaraní".
(De un libro de Geografía)
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Pero los libros de Geografía sólo describen. No es su trabajo investigar qué almas ríen, lloran, luchan en cada rincón del mundo.

Y en el arroyo Chafariz, un punto casi imperceptible en el mapa, se libra una batalla cada día: la pasión de 45 chicos guaraníes de la etnia mbyá por llegar a la escuela y "salir de la noche de ignorancia", como reza una estrofa del himno a Sarmiento.

Batalla, ¿por qué? Pregunta sensata frente a la insensatez… Porque esos 45 chicos, cada día, de lunes a viernes, deben cruzar el arroyo, ya que la escuela los espera en la otra orilla.

Deducción sensata: cruzan el puente, y listo. Así sucede en el mundo normal. Pero no allí. Porque no hay puente. Porque hace diez años que lo reclaman, lo esperan, y no llega. Lo mismo que la luz eléctrica. Lo mismo que casi todo lo que define al progreso y a la civilización.

Y como no hay puente, cada día, de lunes a viernes, los 45 alumnos… ¡cruzan el arroyo a nado!



Se escribe fácil. En segundos. Apenas cinco palabras. Pero ese cruce es una larga peripecia. Una obligada construcción del ingenio. Un acto sujeto a avatares: por ejemplo, la crecida del arroyo, que arrastra cuanto encuentra a su paso. También humanos.

De modo que ellos se quitan la ropa, se lanzan al agua, y bracean con fuerza hasta que sus dedos se hunden en el barro de la otra orilla.

Pero no es tan fácil. Se necesita una estrategia, y la han urdido. Los mayores llevan los útiles y la ropa de los menores. Los atan a su cuello.

Pero no siempre con éxito: a veces, ambas cosas caen al agua oscura y barrosa, y hay que reconstruir los cuadernos, las carpetas, y reponer la ropa.

Un dato no menor, como mucho se usa decir: cada chico debe llevar dos mudas de ropa, porque una (o media) se moja en el cruce del arroyo, y después, en el aula, necesita ropa seca. Otro escollo donde el dinero también es otra carencia…

Pero eso es poco (¿poco?) frente a la negra sombra que aletea cada día, y que aumenta cuando hay crecida o tormenta. Entonces, algún chico puede morir ahogado.

Una vez en la escuela, los problemas se multiplican. Sobre todo, la precariedad. Hay un aula, "un saloncito todo podrido", explica un maestro, un panel solar que nunca funcionó… ¡en un lugar donde el sol es una perpetua brasa ardiente!, y un ventilador que "apenas giraba".

Mucho se habla en este país de los pueblos originarios, y nada se hace…
Cuando los protagonistas redoblaron sus quejas pidiendo un puente sobre el arroyo, electricidad y algunas casas, llegó gente de la Fundación Solidaria Misionera Ayuda Guaraní. Según los testigos de la escuela, "Vinieron nerviosos, y nos dijeron que no teníamos que denunciar ni publicar nada, que ellos estaban para ayudar, pero estamos en el 2016 y seguimos esperando".

El viernes pasado, las 26 familias de la comunidad Chafariz, que viven entre El Soberbio y San Vicente, protestaron en el kilómetro 19 de la ruta provincial 13, exigiéndole al gobierno el puente, la luz y las casas, pusieron sobre el tapete una gravísima discriminación: el cacique Vicente Méndez negó "que nuestros niños anden descalzos por gusto o por una cuestión cultural, como más de una vez han dicho las autoridades. Además, hace nueve días que no van a clase porque el arroyo está crecido, y es muy peligroso".


Ese día resonó muy fuerte el testimonio de la maestra Melly Paniagua: "Es conmovedor ver cómo los chicos, luchando contra tantas carencias y escollos, no resignan sus ganas de estudiar, de saber, a pesar del riesgo. Porque si la corriente los arrastra, no sobreviven".

En la manifestación, preguntaron también qué hace (o por qué no hace) la Dirección de Asuntos Guaraníes: "¡Diez años pidiendo luz eléctrica! Para nosotros nunca hay nada: ni puente, ni luz, ni casas dignas".

Sugerencia para el gobierno misionero (su gobernador, desde el 2015, es Hugo Passalacqua, del partido Frente Renovador de la Concordia). No parece un esfuerzo titánico construir un puente sobre un arroyo en una provincia donde lo que sobra es madera. Y a cambio de madera, bien puede ser levantado un puente articulado de hierro como el que usa el ejército. Lo concretan en pocas horas…

¿Quiénes son los mbyas? Un pueblo guaraní que vive en Paraguay, Brasil, y en la provincia de Misiones. Su nombre ritual es Jeguakâva tenonde porangue (significa: "los elegidos entre los que primero se adornaron con el gorro ritual").

Muchos de sus grupos se resistieron contra las misiones jesuíticas internándose en la selva, y otros aceptaron el proceso evangelizador de la Compañía de Jesús.

Es decir, tienen historia desde el siglo XVIII.
Pero no respeto.
Ni zapatos.
Ni casas dignas
Ni un puente sobre el arroyo Chafariz.

¿Hasta cuándo?
¿Hasta que uno de esos chicos se ahogue?
¿Esa muerte será definida como "un accidente cultural?"
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