POSADAS. No se necesita mucho para partir hacia el lugar donde dicen que no existen el dolor ni
las tristezas. Eso sí, “no te olvides de los tambores”, le dijeron. Porque en el cielo de los músicos, el querido Ichu Castillo formará parte de la gran banda celestial con sus batucadas y candombes.
Julio Daniel Castillo, tal era su nombre, falleció ayer luego de luchar incansablemente contra el cáncer, dejando un tremendo pesar en el corazón de sus colegas músicos, familiares, amigos y toda una ciudad que reconocía en él los valores más notables del ser humano.
En la capilla Stella Maris de su querido barrio lo despidieron de la forma que quería: con música y alegría. Estuvieron presentes varios músicos locales, los chicos de la Murga de la Estación e integrantes de la banda Espiral, entre otros.
“Queda su espíritu vivo. Fue nuestra luz, nuestra guía en Espiral y en el barrio. Nos dejó una enseñanza tremenda de la batalla teniendo todos los pronósticos en contra. Lo que queda es continuar con lo que él empezó. Tenemos que seguir con este mundo de tambores mágicos que él nos mostró. Era especial, un ser de luz”, expresó Chane Arias, su sobrino, que en el último tiempo se encargó de informar a los amigos el estado de salud de su tío.
El percusionista posadeño nació y se crió en el barrio Villa Blosset; desde su adolescencia fue el principal referente de la scola do samba Espiral. Asimismo, fue profesor de música en el colegio Martín de Moussy, más conocido como el Nacional.
Aún cuando la vida se le estaba yendo de las manos, él no la dejaba ir. Así lo había afirmado en la última charla que tuvo con este diario desde su cama en el hospital Madariaga, el pasado 5 de mayo.
Ya lidiando con el cáncer, se puso a estudiar gastronomía y tenía intenciones -una vez que abandonara el hospital- de seguir canto para colaborar con los coros en las bandas de sus amigos musiqueros.
En aquella charla habló acerca de la fortuna que tenía al sentirse con un millón de amigos, como Roberto Carlos. También recordó la última vez que tocó, el año pasado, en el escenario del Festival de la Música del Litoral. “No me voy a quedar quieto porque necesito distraerme. Ya hay mucha mala onda para estar sin hacer nada. Le tengo que hacer frente, esto no nació conmigo. Esto me apareció en el camino y me lo tengo que sacar de encima. Estoy ahí, peleándola”, había asegurado.
Y vaya si la luchó este gladiador de la vida que no pudo cumplir con su promesa, pero que logró convertirse en ejemplo de lucha.
las tristezas. Eso sí, “no te olvides de los tambores”, le dijeron. Porque en el cielo de los músicos, el querido Ichu Castillo formará parte de la gran banda celestial con sus batucadas y candombes.
Julio Daniel Castillo, tal era su nombre, falleció ayer luego de luchar incansablemente contra el cáncer, dejando un tremendo pesar en el corazón de sus colegas músicos, familiares, amigos y toda una ciudad que reconocía en él los valores más notables del ser humano.
En la capilla Stella Maris de su querido barrio lo despidieron de la forma que quería: con música y alegría. Estuvieron presentes varios músicos locales, los chicos de la Murga de la Estación e integrantes de la banda Espiral, entre otros.
“Queda su espíritu vivo. Fue nuestra luz, nuestra guía en Espiral y en el barrio. Nos dejó una enseñanza tremenda de la batalla teniendo todos los pronósticos en contra. Lo que queda es continuar con lo que él empezó. Tenemos que seguir con este mundo de tambores mágicos que él nos mostró. Era especial, un ser de luz”, expresó Chane Arias, su sobrino, que en el último tiempo se encargó de informar a los amigos el estado de salud de su tío.
El percusionista posadeño nació y se crió en el barrio Villa Blosset; desde su adolescencia fue el principal referente de la scola do samba Espiral. Asimismo, fue profesor de música en el colegio Martín de Moussy, más conocido como el Nacional.
Aún cuando la vida se le estaba yendo de las manos, él no la dejaba ir. Así lo había afirmado en la última charla que tuvo con este diario desde su cama en el hospital Madariaga, el pasado 5 de mayo.
Ya lidiando con el cáncer, se puso a estudiar gastronomía y tenía intenciones -una vez que abandonara el hospital- de seguir canto para colaborar con los coros en las bandas de sus amigos musiqueros.
En aquella charla habló acerca de la fortuna que tenía al sentirse con un millón de amigos, como Roberto Carlos. También recordó la última vez que tocó, el año pasado, en el escenario del Festival de la Música del Litoral. “No me voy a quedar quieto porque necesito distraerme. Ya hay mucha mala onda para estar sin hacer nada. Le tengo que hacer frente, esto no nació conmigo. Esto me apareció en el camino y me lo tengo que sacar de encima. Estoy ahí, peleándola”, había asegurado.
Y vaya si la luchó este gladiador de la vida que no pudo cumplir con su promesa, pero que logró convertirse en ejemplo de lucha.